Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral
La Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Eduner) ha ido publicando en estos años diferentes libros sobre las colonias judías de la región (algunos de ellos en coedición con la Universidad Nacional del Litoral). No desde una perspectiva religiosa ni costumbrista, sino desde un ángulo que nos permite reconocer, en términos más amplios, las ideas, las formas de mirar el paisaje, las interacciones con diferentes colectividades, los modos de trabajar la tierra y de leer que se hallaban en las colonias.
El director de Eduner, Gustavo Martinez, y el editor Alexis Chausovsky, presentaron los libros en el Sholem Aleijem de Corrientes y luego en la feria del Libro de Caa Catí.
Conversamos con Chausovsky sobre el proceso de edición de estos libros.
—Dentro de estas colecciones está una obra de Alberto Gerchunoff por ejemplo, pero también otros libros no tan conocidos por nosotros, los de Mauricio Chajchir o de Nicolás Rapoport. ¿Cómo se trabajaron estos materiales?
—Fueron diferentes los procesos de edición. Porque, por ejemplo, “Entre Ríos, mi país” de Alberto Gerchunoff tiene la impronta de un autor reconocido, tal vez el más importante, el más canónico de escritores judíos y argentinos. En la edición de Eduner se incluye este texto junto a la autobiografía del mismo Gerchunoff, que recientemente fue publicada por la misma editorial en un volumen autónomo.
Muy diferente es el caso de “Viaje al país de la esperanza” de Mauricio Chajchir, que no fue un escritor ni se dedicó a hacer una carrera literaria, sino que dejó un manuscrito con su historia como viajante del vapor Pampa, que fue uno de los más relevantes y populosos barcos de los que trajeron población judía a Argentina. Entonces, este manuscrito fue acercado por una sobrina nieta del autor, y eso implicó descifrar la letra del Chajchir, transcribir, trabajar con esta misma sobrina nieta para confirmar algunos nombres, algunas expresiones, y también hubo un proceso de traducción. Este autor, que no se reconocía a sí mismo como un escritor de una obra consagrada ni mucho menos, escribía como hablaba. Encontramos muchas palabras que vienen del turco, porque al salir de Ucrania tuvieron que pasar por Turquía para tomar este barco, hay muchas transliteraciones del ruso, hay palabras en idish. Es decir que hubo un trabajo de investigación acerca de los diferentes dialectos, de la proveniencia de este autor y por qué hablaba con algunas expresiones que se mezclaban con el entrerriano y ciertos modismos de Crimea, que es específicamente la región de donde viene. Esto implica la transcripción del manuscrito, la corrección, la búsqueda de anexos (que pueden tener fotografías del autor o del manuscrito original, entre otros motivos), contactarse con diferentes investigadores o investigadoras, y también formar lo que sería un aparato crítico con una introducción y notas que aclaren o que inviten a la lectura.
—Contame algo del libro “La querencia” de Nicolás Rapoport.
—Este libro, a diferencia del de Chajchir, se publicó en 1929 y fue sugerencia de Leonardo Senkman (quien fue el responsable de “Entre Ríos, mi país”, también), que es un reconocido investigador de estos temas y colaborador de Eduner. Cuando estábamos en algunas conversaciones por varios proyectos, sugirió “La querencia”. Y el proceso fue muy diferente, porque efectivamente el libro fue publicado, entonces no hubo una transcripción de un manuscrito. Tuvimos que reconstruir la biografía del autor, gracias a la información que fuimos encontrando. Se trata de uno de los médicos más importantes de la historia de la colectividad judía en Argentina, fue también un amigo muy cercano de Gerchunhoff y por lo tanto, a diferencia de otros relatos, como el de Chajchir, que es totalmente biográfico, “La querencia” nos muestra algo que sería semi-autobiográfico, nos cuenta algo de lo que es la historia del autor, pero también tiene un tono de ficción. Eso se reconoce al leer cuando habla de las tierras entrerrianas, del arroyo Vergara o de la invasión de langostas, que fue fundamental en la migración judía al campo y del campo a la ciudad.
—Estos libros cuentan la vida en un nuevo territorio, una nueva patria. Veo también que los libros relatan experiencias diversas.
—Claro, para todos estos libros que hemos podido editar, hay algo del relato de viajes, y en estos términos es que encontramos gente que hablaba un idioma y tuvo que empezar a acostumbrarse a otro. La mayoría hablaba dialectos o idiomas más cercanos al ruso o al idish, y tuvieron que empezar a expresarse en castellano. Eso implica también acostumbrarse a formas de mirar, de interactuar, de comer, de vestirse, y en cada uno de estos libros está retratado cómo en ese paso de un lugar a otro, se pone en valor el trabajar la tierra -algo que en los relatos bíblicos tiene mucha importancia-. Quienes escribieron estos textos se dirigieron hacia una nueva tierra prometida, digamos.
—Claro, y algo de esto de la tierra prometida tiene una resonancia bíblica.
—Claro, sí, en cada uno de estos libros encontramos pequeños puntos en común también en sus respectivas referencias bíblicas.
— Contame algo de “Entre lenguas y mundos” de Josep Sabah.
—Ese libro varía aún más respecto a los otros porque surge de una investigación de una colaboradora de Eduner, que es Mónica Szurmuk, quien, revisando un archivo en Francia para construir la biografía de Gerchunoff, encontró las cartas de quien fue un maestro de escuela y que resultó ser también, el primer maestro de las colonias. Entonces, si antes decíamos que estábamos hablando de la construcción de libros con materiales que no fueron hechos para ser libros, este tal vez es el más claro, porque se trabajó directamente con cartas que de ninguna manera fueron producidas para que posteriormente se conformara un libro.
Entonces, este volumen reúne las cartas que escribe Josep Sabah, que fue un maestro enviado por la Alliance Israélite Universelle a Argentina. En estas cartas dirigidas a sus jefes que estaban en Francia o en Buenos Aires, Sabah hablaba de los elementos que necesitaba, cuántos chicos iban a las escuelas, de qué daba en sus clases, qué dificultades tenían los estudiantes con los maestros y las maestras que se iban sumando. También hace explícita la dificultad, que ya tenían en ese momento, con la suba de precios para los materiales escolares. Este libro efectivamente fue hecho con la traducción de estas cartas que estaban en francés. Y, a partir de ahí, hubo que rearmar todo: las cartas, la biografía de este personaje del cual se conocía muy poco acá. Sabemos que vino de la ciudad de Esmirna (Turquia). Este libro también, nos da cuenta de datos, historias, relatos que no aparecen en los libros de historia. Refleja el día a día de lo que fue y pudo haber sido la escuela en esos sitios de las colonias. Y eso es muy valioso, porque encontramos algo que nos acerca a esas historias que parecen tan lejanas. En las cartas no se lee solamente el dato duro; no es la historia contada en grandes relatos lo que en ellas se percibe, sino que es lo que puede pasar en la cotidianeidad de una escuela en un pueblo de cualquier provincia de Argentina y que todavía hoy nos habla un poco.
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